TRANSPORTES SAN JOSÉ

TRANSPORTES SAN JOSÉ

Recuerdo cuando era pequeño.

Mi madre nos cogía a mí y a mi hermano por la mañana temprano, nos vestía a toda velocidad y después de tomarnos el desayuno nos agarraba a cada uno de un brazo y nos encaminaba al colegio. Calculo que tendría 8 ó 9 añitos.

Por aquel entonces teníamos que cruzar siempre la que era la variante de Torremolinos. El tráfico no lo recuerdo particularmente abundante. Casi siempre era llegar al arcén, mirar a ambos lados y cruzar.

Recuerdo una cosa muy especial de aquellas mañanas: unos camiones con matrícula de San Sebastián.

Recuerdo cómo se acercaban lentos hacia nosotros, y te daba tiempo de sobra para verle la cara al chófer. Mi madre, cuando estaban lo suficientemente cerca, nos decía: “Decidle adiós al camionero”. Nosotros le obedecíamos y con la manita lo saludábamos. Ellos solían pitarnos, y eso nos hacía reír, al igual que a ellos.

Pasaban muy cerca de nosotros, y cuando por fin nos rebasaban se podía leer en sus puertas traseras Transportes San José, Rentería.

Recuerdo aquel bulldog perfectamente rotulado.

Todo esto me viene a la cabeza porque hace unos días bajaba yo el Piedrafita, dirección Madrid, y al incorporarme al doble carril de la autovía pude ver que sobre el primer puente que nos encontramos apenas sobresalían dos pequeños bultitos oscuros.

Eran las cabecitas de dos pequeñajos que casi no llegaban al borde del puente para poder ver la carretera. No tendrían más de 10 añitos y estaban allí solos viendo pasar a todos por debajo del puente.

Calculo que me quedaban 200 metros para llegar a su altura cuando vi cómo a duras penas alcanzaban a estirar sus brazos para, con mucha dificultad, hacerme señales para que les tocara la bocina. Saltaban como pulgas para llamar mi atención.

Y eso hice, les encendí las luces, les hice ráfagas y apreté el claxon durante unos segundos, repetidas veces. Pasé por debajo, y haciendo contorsionismo de pescuezo pude ver a través del retrovisor cómo se reían y celebraban que les hubiera hecho caso.

Durante un buen rato estuve con una sonrisa de oreja a oreja. Todo eso me hizo recordar muchas cosas que creía olvidadas.

Es curioso, yo, que muchas veces he ido tras algún San José y que nunca por eso había recordado mis tiempos de crío, de repente me dejo llevar por la acción de dos pequeñajos que con su gesto han hecho que afloren mis recuerdos.

En fin, espero no haber aburrido al personal, pero de vez en cuando es bueno contar alguna de las alegrías que uno se puede encontrar en el camino.

Un saludo a todos y un besazo para mi madre, que se estará riendo desde allá arriba al verme escribir todo esto.

 

  • carta publicada por Jorger Alonso Grence (de Torremolinos) en la revista Solo Camión (año 2001).


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