LLESSUI

LLESSUI

Era mediados del siglo XX: España, tras una sangrienta Guerra Civil, se recuperaba de tiempos pasados. La economía volvía a resurgir y el país se motorizaba. Las familias empezaban a salir de excursión los fines de semana y eso conllevaba nuevas áreas de negocio.

En verano, las playas se llenaban de gente pero faltaba por cubrir el turismo de invierno del que, por aquellos años, carecía de infraestructuras.

Así es como se crearon las estaciones invernales (estaciones de esquí): una oferta para todos aquellos que querían disfrutar de los días de fiesta disponibles a lo largo de los fríos inviernos de una forma distinta.

Fue el 26 de diciembre de 1966 cuando un joven emprendedor llamado Alfons Segalàs, miembro del Centre Excursionista de Catalunya (CEC), inauguraba su proyecto: la estación invernal de Llessui, en el Pallars Sobirà (Lleida), en pleno Pirineo catalán. La empresa o sociedad se llamaría Pallars Turístic y el coste de la estación alcanzó los 50 millones de pesetas de la época.

En esa temporada inicial 1966 / 1967 los remontes mecánicos eran los siguientes:

desde el parking de la estación (a 1.445 metros de altura), un tele-silla biplaza subía hasta los 1.970 metros (denominada cota 2.000). Su desnivel era de 525 metros y su capacidad era de 550 personas / hora.

El otro remonte era un telesquí situado a 1.900 metros de altura y que subía hasta los 2.435 metros. Su capacidad era de 470 personas / hora y su longitud era de 2.005 metros con un desnivel de 535 metros. Esos detalles le convertían en el primero en España, tanto por longitud como por desnivel.

Llessui tenía una dimensión considerable comparándola incluso con algunas estaciones actuales de los Pirineos.

Para poder familiarizar a los habitantes del pueblo de Llessui con la estación invernal, los responsables de ésta regalaron a los jóvenes del pueblo un total de 30 pares de esquís para que fueran los primeros en deslizarse por estas pistas. Todo un detalle para acercar el esquí a los habitantes de la zona.

 

Con este detalle también se pretendía dar trabajo a los vecinos del pueblo: se buscaba crear una red de monitores de esquí para enseñar a esquiar a la futura clientela.

 

Además de los remontes, la construcción de una estación invernal venía acompañada de diversas infraestructuras: aparte de una pequeña pista de montaña que uniría el pueblo con la base de la estación, a 2.000 metros de altura se construía el restaurante La Carena:

 

 

La construcción de este restaurante fue muy peculiar: se trataba de una casa prefabricada con maderas importadas de Noruega. Su construcción, en lugar de usar hormigón, se basaba en el engarce (se trababan los troncos apilados unos con otros, sin clavos). Debido a la innovación de este sistema en esa zona, se trajeron a diversos operarios noruegos para que enseñaran a los carpinteros locales cómo hacer la obra. Pero los carpinteros locales, viéndose superados por esta técnica, decidieron seguir la obra con la edificación normal de siempre: usando cemento y recubriéndolo con madera.

 

En esos años la práctica del esquí no era habitual así que había que abrir el mercado. Si bien los primeros esquiadores eran excursionistas que buscaban estar en contacto con la montaña, como todo negocio, se pretendía dar a conocer el esquí al máximo público posible. Empezaban, pues, a publicarse los primeros anuncios en la prensa:

Eran anuncios pequeños, que más que publicitar, recordaban al usuario que “existían” unas pistas de esquí. En el siguiente anuncio, de febrero de 1968 (el de arriba era de enero del mismo año), puedes apreciar su pequeño tamaño, irrisorio comparado con la publicidad del concesionario de coches:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A principios de la década de los ´70 la publicidad ya empezaba a tomar forma, adjuntando precios de los hoteles de la zona:

Pero no fue una década fácil: empezaban unos años de poca nieve, que esto se traduciría en pocos esquiadores con el consecuente daño económico para esta estación de esquí.

Sin embargo había algo muy importante: ilusión. Llessui era un proyecto nuevo y no se podía tirar la toalla.

Además, se construían nuevos apartamentos para los aficionados al esquí: segundas residencias para todos aquellos que habían hecho del esquí su afición principal:

Prueba de que esos apartamentos iban dirigidos a los amantes del esquí era esta oferta que se publicitaba en 1979: a quien compraba un apartamento se le regalaba una temporada de esquí gratis en Llessui:

En aquellos años, cuando se construían edificios de viviendas, se hacía alrededor de una infraestructura; en este caso, la estación invernal. Muy diferente a los años del boom de la construcción en España de finales de los ´90 – principios de los ´00, que se construían viviendas en base a nada.

Pasaba el tiempo y la estación crecía pero seguía sin nevar.

En el siguiente esquema resumo como fue el paso del tiempo en Llessui y como se fue consumando su muerte poco a poco:

 

– Temporadas 1979 / 1980 y 1980 / 1981:

· nefastas en cuanto a nevadas.

 

– Temporada 1981 / 1982:

· muy positiva: cayó mucha nieve.

 

– Temporada 1982 / 1983:

· muy buen caudal de nieve pero los responsables veían que el negocio empezaba a peligrar debido a la inestabilidad de las nevadas: tanto, que el mismo director (sr. Rufino) afirmó textualmente que -estaríamos dispuestos a regalar la estación a quien quisiera asumir la responsabilidad de llevarla a buen puerto-.

 

– Temporada 1983 / 1984:

· en pleno septiembre (1983), cuando todavía no había empezado ni la temporada y agravados por la suspensión de pagos de una de las empresas que formaban parte de la sociedad, se despedía a los trabajadores y se clausuraban las pistas.

· el Fondo de Garantía de Depósitos, propietario en eso momentos del 51% de las acciones de la sociedad, se niega a la apertura aun habiendo un buen caudal de nieve.

· los ayuntamientos de los pueblos aledaños, beneficiarios indirectos de la estación invernal, se juntan con la idea de hablar sobre una posible compra de la estación. La Generalitat de Catalunya tampoco descarta su compra.

· es la Diputación de Lleida la que, tras llegar a un acuerdo, se hace cargo de las pérdidas por un valor total de 5 millones de pesetas: gracias a esto, Llessui consigue abrir esa temporada.

· a pesar de que se estudia hacer llegar el tren a Sort (pueblo principal de la comarca) desde La Pobla de Segur (pueblo donde terminaba la línea de tren que empezaba en Lleida) e incluso poner autocares (solución más lógica), los numerosos créditos acumulados (los gastos duplicaban los ingresos) hacen que la situación de Llessui sea de quiebra virtual (léase insolvencia). Se hace un estudio para declarar la quiebra y vender todo el patrimonio.

· en mayo de 1984, terminada ya la temporada, se sabía que en la siguiente (temporada 1984 / 1985) no se iba a abrir la estación.

· un grupo formado, por una parte del Consell Comarcal del Pallars Sobirà y por otra de La Generalitat, Diputación y accionistas, se juntan para intentar salvar la estación junto con la de estación invernal de Espot (esta última se encontraba cerca y también estaba atravesando serias dificultades económicas).

 

– Temporada 1984 / 1985:

· en octubre (1984), un grupo de empresarios del Pallars (residentes en Andorra) se ofrecen a comprar la estación. El acuerdo se ejecuta un mes después con el desembolso de 120 millones de pesetas y con la condición de que la Diputación de Lleida arregle la carretera de acceso a las pistas, que era otro de los problemas que venía arrastrando la estación desde hacía años.

· gracias a esta compra, Llessui abre esa misma temporada y con éxito debido al buen caudal de nieve.

· los nuevos gestores anuncian que tienen previsto invertir 600 millones de pesetas en los próximos 5 años, haciendo una serie de infraestructuras para alcanzar así una afluencia de 250.000 personas y convertirla en una de las mejores estaciones invernales de Europa. Estos planes incluían la construcción de una residencia con 400 plazas reservadas principalmente a estudiantes y, pasada la temporada de esquí, promocionar el turismo de verano con la creación de colonias, excursiones turísticas y rutas gastronómicas para que los clientes se familiarizasen con el entorno natural que ofrecía aquella zona.

 

 

NUEVA ETAPA: NACE “NOU LLESSUI”

– Temporada 1985 / 1986:

· Llessui pasa a denominarse Nou Llessui (nuevo Llessui): con ello se pretendía dar a entender al público que Llessui pasaba a ser un proyecto nuevo:

· se imprimen catálogos de publicidad concretando las mejoras de Nou Llessui:

· dichas mejoras consistían en cerca de 143 millones de pesetas invertidos en: reformas de zonas de pistas: entradas, salidas y carriles de telesquís. Carretera de acceso nueva a la cota 2.000 (detalle que solucionaba en parte los problemas de viento que hacía que subir con el telesilla se convirtiese algunas veces en un suplicio). Se ampliaba el restaurante ubicado en la misma cota con servicio de self-service y se creaba un puesto de socorro, torre de control, guardería infantil y guarda-esquís. Para la preparación de las pistas se adquirieron tres máquinas Ratrac (orugas) y se creó un equipo humano de control de pistas.

Además, se ofrecía la posibilidad de subir a la cota 2.000 con los autocares 4×4 que ponía la empresa.

La estación invernal de Llessui quedaba de la siguiente manera:

3 pistas verdes (debutantes) / 2 pistas azules (iniciados) / 10 pistas rojas (profesionales) / 7 pistas negras (expertos). Contaba también con 1 tele-silla, 4 telesquís y 2 tele-baby. Además, había un par de telesquís más en proyecto que en un futuro ampliarían el radio esquiable.

 

Bajo el lema “L´esquí a l´abast de tothom” (“el esquí al alcance de todos”) se ofertaba el precio a 3.115 pesetas, lejos de las 6.000 de años anteriores, aunque eso sí, deduzco que ese precio no incluía tantos servicios:

Otra novedad sustancial de Nou Llessui fue seguir con el complejo abierto incluso pasada la época de nieves para poder hacer nuevas actividades.

De esta forma, cuando acababa la temporada de esquí, se ofertaban diversas otras actividades deportivas de ocio de cara al verano: tenis, natación, pesca, caza, piragüismo, petanca, balonmano, trial, montañismo, escalada, etc.

Los autocares adquiridos para llevar a los esquiadores a cotas altas se usaban en verano para llevar a los turistas a los lugares más atractivos de la comarca. En general también se daba a conocer la zona con actividades para hacer planes por cuenta propia: ir a buscar setas, promoción de la gastronomía, reposo físico y mental a través de sus bellos paisajes e incluso detalles cómo contemplar la esquilación de las ovejas.

Todas estas ofertas iban dirigidas a todo tipo de gente: deportistas, familias con niños e incluso jubilados. Además, había la opción de la casa de colonias para los niños.

Por aquellos entonces, en las estaciones invernales catalanas empezaban a verse los cañones de nieve: toda una revolución en el sector. Si bien algunas estaciones invernales los estuvieron usando, Jordi Farreny (presidente de Pallars Turístic), confirmaba en un medio de comunicación que en Llessui no tenían intención de instalar ninguno argumentando que -puede cubrir determinada zona pero no soluciona los problemas de una pista grande-.

Cabe decir que esa temporada no fue del todo bien y se tuvo que cerrar en diversas ocasiones por falta de nieve.

 

– Temporada 1986 / 1987:

Esa temporada proseguía la construcción de protecciones para impedir que el viento, uno de los principales problemas del complejo invernal, arrastrase la nieve depositada en las pistas.

Además, tras un acuerdo firmado en mayo de 1986, todo aquel esquiador que comprase un forfait en Llessui podía esquiar también en la estación de Espot (cercana a Llessui). Para ello, Espot pasó a denominarse Super Espot para, igual que sucedió con Nou Llessui, dar a entender al público que se habían aplicado mejoras. Espot (o Super Espot) llevaba dos años cerrada por la suspensión de pagos de su accionista mayoritario.

Esto hizo que el catálogo de publicidad emitido por ambas estaciones invernales fuese el mismo en esa temporada:

Pero a pesar de los esfuerzos y el dinero invertido, ese año fue nefasto en cuanto a nieve.

De los 120 millones de pesetas que tenían pensado facturar durante la temporada, llevaban solamente 10 (en marzo de 1987). Ese mismo mes de marzo, al finalizar la temporada, se pide al Consell Comarcal que se declare zona catastrófica (para poder recibir ayudas económicas). El dato no podía ser peor: tanto Nou Llessui como Super Espot habían abierto solamente un fin de semana en toda la temporada.

La temporada fue mal para todas de estaciones invernales de la zona: de los 1.500 millones de pesetas que se pretendía facturar, solamente se llegó a 300.

Nou Llessui cerraba definitivamente el mes de abril de 1987, tras finalizar la semana santa. Su actividad tampoco siguió en verano como venía siendo habitual en años anteriores.

Aunque en la temporada siguiente (1987 / 1988) la Generalitat de Catalunya dio subvenciones por 30 millones de pesetas al Consell Comarcal, éste no quiso poner dinero para abrirla.

Ya no salían a cuenta nuevos intentos para salvar la estación que no pudo abrir por falta de capital. La inversión que se había realizado en el último año era de 70 millones de pesetas que no pudieron ser amortizados debido a la falta de nieve.

Ya nadie quiso inyectar el capital necesario para re-abrirla. Demasiados intentos en vano. Ya no había nada que hacer: era el punto final de la estación invernal de Llessui.

 

 

TRES GRAVES ACCIDENTES

El juzgado de instrucción de Tremp (pueblo cercano donde se hallaban los juzgados de la comarca) abrió en 1986 dos procesos penales en fase de diligencias preparatorias por un par de accidentes ocurridos en Llessui.

El primero tuvo lugar el 18 de febrero de 1984 cuando Manuel López, un joven de 21 años, moría poco después de haber sido rescatado tras caer por un barranco. El juzgado abrió diligencias a raíz de la denuncia del padre del joven que entendió que la estación había cometido una imprudencia al no señalizar la presencia del barranco.

El segundo tuvo lugar el 9 de abril de 1985 cuando María del Carmen Cabo y Rosa María Masana subieron al tele-silla para tomar el sol en la cota 2.000. La advertencia de una tormenta las hizo tomar la decisión de bajar a la base pero un parón de dos horas en el tele-silla les impidió ponerse a salvo. Tras ese tiempo y viendo que el aire hacía balancear el tele-silla y que además empezaba a nevar, Rosa María, enfermera de profesión, decidió descender de la silla, situada a unos 15 metros del suelo, anudando la correa de la cámara fotográfica, el anorak, los cordones de las botas y otras prendas.

Pero en pleno descenso se rompió la chaqueta y Rosa María cayó al vacío, golpeándose con una placa de hielo con el resultado de fractura de pelvis y rotura de una vértebra.

Pocos minutos después, el tele-silla se ponía de nuevo en marcha, de esta forma María del Carmen Cabo (que todavía permanecía en él) pudo dar aviso en la estación, siendo así rescatada su compañera herida.

Además del procedimiento penal, el abogado de las dos jóvenes presentó en agosto de 1985 una denuncia en la Dirección General de Transportes de la Generalitat de Catalunya por infracción del reglamento de transportes por cable. La Generalitat abrió un expediente y sancionó a la estación.

Como curiosidad, tiempo después de la publicación de este reportaje contacté con Rosa Maria Masana, la cual explica en su blog (http://www.rosammasana.com/?p=7286) como fue aquel suceso (está escrito en catalán pero puedes leerlo en castellano con el traductor específico).

Respecto a la muerte de Manuel López, en la sentencia dictada en octubre de 1987 se acordaba que Pallars Turístic tenía que pagar 3.300.000 pesetas al padre en concepto de indemnización por la muerte de su hijo. Dicha sentencia también obligaba a pagar 5.000 pesetas al ex-director así como otras 5.000 pesetas al director actual en esa época.

El tercer accidente fue debido al choque de una esquiadora (de la que, curiosidades, su padre era accionista de las instalaciones) contra uno de los postes de un telesilla que justamente no contaba con las debidas protecciones acolchadas, causándole la muerte.

 

 

LLESSUI EN LA ACTUALIDAD

Ha pasado muchísimo tiempo de aquella aventura iniciada por Alfons Segalàs así que, varios años después de su cierre, vamos a visitar aquel sueño perdido.

Desde el pueblo de Llessui hasta la base de las pistas hay una carretera que lleva a lo que había sido el parking: al fondo, en la montaña, las pistas:

Allí se encontraban agrupadas las pequeñas instalaciones que hacían la función de zona de servicios para los que iban a pasar la jornada de diversión en plena nieve: un par de bares, restaurante y tiendas de alquiler de esquís cómo cualquier instalación de estas características que se precie.

 

 

 

 

 

 

 

 

Una vez preparado, tan sólo quedaba aguardar en la cola para poder subir al tele-silla. En los días de bajas temperaturas te dejaban una manta térmica para que pudieras aguantar el intenso frio que hacía una vez en él.

Carme, una de las colaboradoras de este reportaje que había esquiado aquí en sus tiempos de niña, me contaba el intenso frio que hacía en esas pistas, sobre todo en el tele-silla.

 

 

 

 

 

 

 

A través de una pista de montaña podía accederse también a la parte de arriba. El recorrido podía hacerse a través de vehículos 4×4 que ponía la propia empresa.

Y es por ese camino donde nuestro grupo decide meterse de lleno en esta aventura:

 

 

 

 

Somos conscientes que habrá un punto en el que debido a la densidad de la nieve no podremos avanzar más pero, de momento, lo hacemos sin mayor dificultad:

 

Mientras vamos subiendo, nos vamos recreando con el fantástico paisaje:

Nos vamos acercando a las pistas de esquí. De paso, observamos la grandeza del lugar y nos imaginamos la gran actividad que tuvo que haber allí en su momento:

 

Las vistas, indescriptibles:

En este vídeo podrás observar la extensión de la estación invernal desde una avioneta (las instalaciones que puedes observar a la izquierda son el restaurante que se halla en la cota 2.000):

Seguimos subiendo:

 

Abajo, el pueblo de Llessui:

Arriba, se podía observar perfectamente como la nieve se iba evaporando en distintos puntos:

La subida empieza a complicarse:

 

Hasta que llegamos a un punto en que vemos que nuestros coches empiezan a tener dificultades para avanzar:

 

Mario, con su Nissan Terrano II sobre-elevado, intenta adentrarse unos metros más: le encanta el mundillo 4×4 y siempre apura un poco más para conocer mejor los límites de su coche:

De lejos se observa también uno de los tele-silla:

El Nissan de Mario no puede avanzar más: nos plantamos:

 

Regresamos:

Abajo, el recorrido del tele-silla

que discurre por parte de la montaña:

 

 

 

 

Ante la imposibilidad de seguir con los coches, decidimos hacer una pequeña caminata a pie montaña arriba, si bien en algunos puntos resulta peligroso porque el pie se te hunde completamente…

y esto provoca accidentes…

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero poder pasear por sus pistas es todo un cúmulo de sensaciones: no es un abandono más.

Cambia todo: aquí el silencio no viene dado por el abandono del lugar sino por la tranquilidad de éste. No se escuchan a los esquiadores pero te los imaginas bajando con total libertad; a sus anchas: Llessui era una estación de esquí con pistas amplias, sin estrecheces: un ejemplo de cómo deberían ser todas las pistas de esquí.

 

 

 

 

 

 

 

Ha sido un día intenso en Llessui. Se hace de noche y debido a la nieve no hemos podido visitar las instalaciones de arriba pero volveremos.

Mientras nos vamos, una última mirada al conjunto montañoso, donde un día hubo una gran actividad que sacó del anonimato esa fantástica zona del Pirineo de Lleida:

 

Han pasado unos meses de nuestra visita a Llessui.

Ahora, el calor veraniego ha fundido las nieves que trajo el invierno.

 

En su día nos quedamos con las ganas de ver las instalaciones de la parte de arriba así que esta vez lo haremos ya que la nieve se ha evaporado y el peligro ha desaparecido.

En este época, el ganado campa a sus anchas después de haber pasado el invierno en los establos:

 

 

Pastando tranquilamente junto a los remontes abandonados que desde hace años forman parte del paisaje:

 

 

 

 

 

Tras nuestro esfuerzo llegamos a las instalaciones de la parte de arriba.

Tal como relato en la primera parte, inicialmente había solamente el restaurante (La Carena) pero posteriormente se amplió el complejo con un segundo restaurante, un puesto de socorro y una guardería.

Entramos dentro del restaurante grande que, si la información no me falla, hacía la función de self-service:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las instalaciones del piso superior (otro restaurante, puesto de socorro y guardería):

 

Entramos en el otro restaurante:

 

 

 

 

El logo de estas pistas de esquí todavía era visible en algunos puntos como por ejemplo en este vaso de plástico:

Las latas de bebida de antaño:

El menú tenía un precio medio (700 pesetas) pero sus platos no eran demasiado pretenciosos:

Las instalaciones por fuera:

 

 

 

 

 

 

 

Panorámica de las distintas pistas de esquí:

 

A la izquierda (al fondo), el pueblo de Llessui:

el mismo cuyos habitantes vieron como en abril de 1987 se marchaban para siempre los últimos esquiadores.

En los años posteriores hubieron diversos rumores de apertura de la estación invernal pero no pasaron de eso: simples rumores que quedaron en nada.

En diciembre de 1988, Xavier Pujades, un lector del diario La Vanguardia, escribía la siguiente reflexión titulada “El negocio de montar una estación de esquí”. Aunque no estoy de acuerdo en algunos puntos que expone, pienso que su opinión es interesante:

Ahí queda esa reflexión.

Jorge Moliné, ex-trabajador de Llessui, años después del cierre escribía (en 2011) sus recuerdos en un conocido foro de esquí. Su testimonio, aunque largo, resume perfectamente lo que fue aquello:

-Hace ya muchos años, y hasta que se cerró la estación de Llessui, era uno de los pisteros de la Cruz Roja y de los que realmente aprendí a esquiar en esta estación. Los recuerdos imborrables tanto de Kiko, el cocinero de la estación y de sus familiares, como de algunos monitores (Francesc q.e.p.d), de Pepe Rubio el primer director y de los demás amigos (los Jordi), etc.-

-La estación cerró por una mala gestión económica y por las inclemencias naturales del tiempo que, en aquella zona, eran especialmente duras, fundamentalmente cuando arreciaba el viento y se tenía que parar el tele-silla de subida desde el parking a la estación propiamente dicha, donde estaba la escuela a pie de pista, el servicio médico y el bar – restaurante que dirigía Kiko y un pequeño centro de alquiler de esquís.-

-El viento dificultó el funcionamiento de Llessui. Se podía llegar a la estación y estar cerrada por temporal de viento y no había infraestructuras como las actuales para solucionar la pérdida de nieve, lo que suponía el cierre de ese día y la pérdida económica.-

-Pero cuando se podía esquiar, ERA EL PARAÍSO. La pista sin árboles (en realidad había uno que llevaba a la gente a su base, como un imán) y la ausencia de obstáculos permitía un esquí muy seguro. Algunos con algún “incidente” como el que me sucedió a mí mismo, que en una de las escasas ocasiones en que se podía bajar esquiando al aparcamiento, fui a chocar con la pilona de la estación intermedia quedando casi K.O. Pero al día siguiente estaba en la pista, dolorido pero en la pista. No se podía perder ni una hora aunque fuera todos los fines de semana, navidad y semana santa.-

-Por último indicar que no eran pistas fáciles, eran muy difíciles y las caídas te llevaban muchos metros hacia abajo, incluso con peligro en ocasiones, sobre todo si la caída era en la cima de los Altars. De esta pista familiar salieron grandes esquiadores y siempre he recordado a las hermanas Vilapriño, las mejores esquiadoras, las más guapas y simpáticas, que siempre tenían un saludo. Ah! me olvidaba: ERA UNA PISTA FAMILIAR Y DE FAMILIAS. Los pisteros de la Cruz Roja, como el desaparecido Tarres y su hermano Juan, Juan Cruz, etc., éramos como una familia con el resto de los esquiadores y nunca entrabamos en el bar sin que se dicutiera para invitarnos a un famoso caldo de Kiko.-

-El que no ha esquiado en Llessui no conoce el vértigo de sus descensos y EL FRÍO DE SU TELESILLA. Pero lo mejor era la calidad de la nieve cuando había, y el nivel de esquí de los que la frecuentaban. Por cierto una anécdota: cuando soplaba el viento la nieve iba a la pista de la Olla y las pilonas del arrastre quedaban por debajo del nivel de la nieve. Cuando subía un “novato” y al día siguiente la nieve estaba en la Olla y no se veía el arrastre, se le gastaba la broma de hacerle bajar al parking para avisar a la escuela de esquí PARA DECIR QUE HABÍAN ROBADO EL REMONTE. El jolgorio que se montaba en el parking era de antología y el novato pagaba las bebidas en el bar del Condes de Pallars. …. …. …. Es nostalgia de aquellos tiempos.-

-Siempre me he preguntado qué habrá sido de las hermanas Vilapriño, del Consul, de Conchita, de Pepe Rubio, de Kiko después del extraño incendio de su restaurante de Llessui pueblo, etc. Ahora ya tengo bastantes años, 57, pero lo recuerdo como si fuera ayer.-

 

  • Este reportaje ha sido posible gracias a Nacho (Toyota Land Cruiser), Mario (Nissan Terrano II azul) y Albert (Nissan Terrano II blanco).
  • Agradecimiento especial a Marc de Xamberg (vecino de Llessui), Carme Francí (esquiadora), Miquel Francí (17 fotografías antiguas), Carlos Griell (5 fotografías antiguas y la interesantísima aportación de su punto de vista).
  • A destacar la colaboración de la mismísima Montserrat Segalàs, hija de Alfons Segalàs (creador de la estación invernal), entrevistada personalmente pocos días antes de mostrar a la luz esta publicación.

Los recortes de prensa han sido recogidos de la hemeroteca de La Vanguardia Española / La vanguardia. Los catálogos de publicidad son un material propio.

  • Este reportaje está dedicado a Alfons Segalàs (1913 – 1989).

 


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